Cuando veo una película de miedo japonesa, a veces lo paso realmente mal. No sólo porque no retengo los nombres y esto hace que comprender la trama se convierta en algo difícil para un ser amante del cannabis como yo, sino porque me parecen todos iguales. Matan a uno y luego sale otro y como es igual, pienso: "¿Pero a ese no lo habían matao?". Y no, es que es el amigo del que ha muerto. Distingo a los hombres y las mujeres porque normalmente los primeros llevan el pelo corto y las segundas, largo. Aunque si el protagonista es un melenitas ya la hemos jodido. Sí, señor. Los chinos y los japoneses son TODOS iguales. Aquí nos llenan esto de alemanes por ejemplo y nos damos cuenta en 0'2. En Japón les cambian a los japos por los chinos por la noche mientras duermen y a la mañana siguiente no se dan ni cuenta. Es más, me atrevería a afirmar que a una señora china le sustituyen al marido mientras duerme, y cuando se despierta ni se cosca de que el señor que tiene al lado no es al que prometió amor eterno y al que prepara arroz todos los días con tanto amor y cariño. Siempre he pensado que sería jodido que me robara la cartera un chino, porque si luego tengo que identificarlo en una rueda de reconocimiento y son todos chinos... yo acuso a dedo y a tomar porculo. Que si al que meten en la cárcel no ha hecho nada malo, seguro que algo tiene planeado.
Bueno, todo este rollo sobre los japoneses y los chinos viene porque los muy zorros saben que son todos iguales y se aprovechan de ello. Y es que un japonés de cincuenta y cuatro años, al que vamos a llamar Tokomoko, sabiendo que la baza física jugaba a su favor, intentó suplantar a su hijo, al que vamos a llamar Tashirami, de veinte años de edad, en un examen. ¿A que esto no se puede hacer en España? Pero claro, en toda historia japonesa de intento de estafa que se precie tiene que haber un inspector astuto, y en esta lo hay. El tipo, al que vamos a llamar... mmmm... Benji Price, se percató de que el buen hombre aparentaba un poco más de veinte años y llamó a la policía. Lo que más gracia me ha hecho es lo que ha declarado uno de los polis, un tal Masaaki Nakamori -este sí que es su nombre de verdad-, que ha dicho: "Un joven de veinte años y un hombre de cincuenta y cuatro no aparentan tener la misma edad. Pero se parecía a la foto de la ficha". Anda, toma ya. ¡Pues claro! ¡Porque sois todos iguales! Al parecer, el padre ya había hecho el examen el año anterior, y esta vez sí había colado, pero había cateado. ¿Al final no habría sido mejor que se hubiera presentado el hijo? Porque se ve que el hombre muy eficaz no era.
En fin, aunque parezca que en esta entrada de hoy hay una crítica de mi parte hacia los orientales, quiero aclarar que nada más lejos de mi intención. Todo el mundo sabe que los adoro y me cabreo cuando alguien se mete con ellos o dice que en los chinos nada más que te ponen carne de rata. Y para demostrarlo, os voy a poner un video para que veáis lo bien que se lo pasan estos cabrones.
4 comentarios:
chinito yo, chinita tu...
:D
jajaajja (el video muy ilustrativo a la historia...)jajajaja
Miro yo a los chinos los tengo entre palmitas...siempre me salvan la vida. Antes, cuando todo estaba cerrado, cuando no había lugar ninguno en el mundo donde conseguir cosas indispensables como papel de fumar, cervezas, hielos, o comida precocinada ....dios....ellos están ahí, abiertos, en festivo...dandolo todo. Y nunca dan ni un problema, chapó.
Ja, ja, ja….
Sobre el video. Al señor japonés vamos a llamarle nº 1 (sí, sí que yo no me se nombres en japonés como Carlos) es un tío como dios manda, que vienen dos cientos cincuenta mil, ¡¡pues yo a lo mío, si yo he salido a por la fruta.¡¡
Muy bueno Carlos.
Oiga oiga, que los chinos son los que tienen los ojos más rasgados. jajajaja (aquí destrozando posts). A mí lo que me gusta de los chinos es que siempre que les hablas, te sonríen. Más tendríamos que aprender en occidente.
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