Me preguntan por qué hablo. Me preguntan por qué miro, por qué escribo, si ya está todo cerrado y no quedan curvas que coger. Si los peleteros vendieron hace tiempo la mercancía y está todo dicho. Me preguntan por qué sonrío, si está nublado y llueven mares. Me preguntan por qué tengo brazos, si ya encaja en otro molde, si las palabras se quedaron cortas hace tiempo y las frases son imposibles y además no quedan bien en la partitura. Me preguntan por qué camino, si la tierra es tan alta que las rodillas se maquillan con su polvo e impiden avanzar. Por qué respiro, si al hacerlo sólo inhalo sentencias dogmáticas que antes usaba para envolver el pescado. Por qué absorbo el café, si los granos aún se pasean a sus anchas por una taza que no me habla, que no me tiene que hablar, porque me recuerda tus muros, tus piedras, tus siestas prolongadas bajo la promesa de una tarde mejor de copas, olas, arena y cigarrillos adornados por el elegante cannabis. Me pregunto yo por qué me río, si el chiste hace tiempo que dejó de tener gracia, si la corte ya no existe y no reclama un bufón que le divierta con sus tintineos y sus estupideces. Por qué tiento a oscuras, por qué escondo cartas que aún no he escrito, por qué piso el acelerador, por qué rasgueo una guitarra castigada por el frío, por qué salto peldaños que debería haber pisado, más si el suelo está resbaladizo. Me pregunto por qué, una y otra vez; por qué, por qué, por qué.
Pues porque te quiero, qué cojones.
1 comentario:
Oye, vaya giro que le das a tu historia al final! me ha encantado.
Mary
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