
Todos las hemos visto mil veces. Todos hemos tenido trato con ellas. Es más, todos hemos interactuado con ellas en este papel cotidiano que cada uno de nosotros representa llamado vida. Pero... ¿qué hay detrás de una cajera de supermercado? ¿Una cajera es simplemente una cajera o responde a algo más? Amigos, compañeros de la nave del misterio... hoy vengo dispuesto a contar lo que hay detrás de esas chicas que amablemente nos dan la vuelta -siempre en moneditas de cinco céntimos- detrás de un mostrador electrónico que se mueve de izquierda a derecha cada vez que pisamos ese hábitat de alimento prefabricado llamado... supermercado.
Capítulo 1: la cajera y el vocativo
La cajera de supermercado es una especie humana a la que los memoria de pez como yo envidiamos sobremanera. El porqué es bien sencillo: una cajera no tiene el problema de verse en la obligación de recordar los nombres del prójimo. Reflexionemos un momento. En un día normal de trabajo... ¿con quién tiene trato una cajera corriente de una ciudad cualquiera? La respuesta es fácil. Con los clientes y con sus compañeros de trabajo. La cajera ha ideado un sistema de identificación al prójimo basado en unos simples códigos que le ahorran el memorizar complicados y variados nombres. A saber:
-Las compañeras: olvídense de nombres como Mari, Pepi o Chari. No, ya no son necesarios. La compañera, sea rubia, morena, alta, baja, delgada o gorda, SIEMPRE responderá al nombre de "niña". "Niña, ¿tienes moneditas de euros pa darle el cambio a este señor?" "Sí, niña, toma" o "Qué va, niña, no tengo, ¿en?"
-Los clientes: las cajeras no tienen necesidad de aprenderse el nombre de un cliente, es cierto y lo sé. Pero tampoco lo harían llegado el caso. Porque un cliente siempre es "miarma". "Grasias, miarma" o "Toma miarma, la vuelta" son estructuras gramaticales muy comunes en una cajera de supermercado común.
Capítulo 2: el avituallamiento
La cajera de supermercado no necesita parar para ingerir alimentos y, por tanto, tomar energía para un trabajo duro y pesado como es el suyo. Si Popeye el marino (soy) tenía las espinacas para transformar sus brazos en poderosos martillos golpeadores, la cajera de supermercado cuenta con el chicle de menta como fuente principal de poder. Voy a cumplir pronto treinta y un años y creo que jamás en mi vida he visto a una cajera sin un chicle en la boca.
Capítulo 3 y último: los fonemas
La cajera de supermercado detesta el sonido [ c ]. Donde pueda colocar una s, todo lo demás sobra. Pido al lector que regrese por un momento a la década de los noventa, cuando el euro aún no existía. De tal manera, la simple cláusula "seiscientas cincuenta pesetas" es transformada por la cajera en la veloz y económica "sisientasincuenta, miarma". Con la llegada del euro, la cajera se adaptó y formó la famosa "siconsincuenta, miarma".
Bueno, acabo por hoy. He de aclarar que admiro a las cajeras, que es un trabajo muy duro y muy sacrificado y de muchas horas y que sobre todo no entiendo cómo evitan los cólicos después de comer tanto chicle.
¡¡Vivan las cajeras!!
4 comentarios:
que grande !!
la [c] si la dicen alguinas... por lo mnenos en el q está abajomicasa!
Jajajajajajajajajajajaja
A mi me flipaban de pequeña, sabían dar el cambio y eso a mi me dejaba alusiná quillou!!
muy típicas esa mechas en las cajeras!!
firmo pa que no te quejes,
CheliChuks
y aonde me dejas la cola grasientillia?? Ser cajera y alavarse no es incompatible...
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