
Que en esta vida hay esa dicotomía entre la gente altamente espabilada y de mente ágil y rápida, por un lado, y una auténtica legión de cacafutis bebecharcos que, parece, viven en una eterna espiral de gilipollez supina, por otro, es algo patente y obvio que todos hemos podido comprobar en nuestras propias carnes más de una vez, bien porque pertenecemos a uno de los dos grupos, bien porque nos hemos topado de bruces con uno o más especímenes de cualquiera de las dos categorías.
Que hoy vengo a contar la historia del mendrugo más zopenco del reino de los tontorrones podría ser verdad o mentira -no nos vamos a poner a medir cerebros-, pero yo creo que viene siendo más cierto que incierto.
Todo esto no es gratuito.
Gales, año dos mil nueve. Un individuo, al que vamos a llamar Borjita, llama al servicio telefónico de la pizzería de la que acaba de recibir su -¿adivináis qué?- pizza encargada hace tan solo unos minutos. Borjita, perplejo y enfadado, alega que esta no trae ningún ingrediente, sólo el pan o lo que viene siendo conocido comunmente como masa, eso en lo que está el secreto de Telepizza, eso que casi todo el mundo deja mordisqueado en el cartón cuando ya se ha acabado la última línea de defensa del tomate. Pues nada, Borjita, en su máxima pesadilla venida a la realidad, ha recibido una pizza con sólo masa en toda ella. Pero, ¡ay, Borjita!, de repente y en medio de la llamada en la que un amable interlocutor le está pidiendo los datos para enviarle una nueva con todo encima como debe ser, se da cuenta de que ha abierto la caja al revés.
Vale.
Que Borjita es un merluzo ha quedado claro hasta aquí.
¿Recordáis, los más viejos del lugar, aquellos libros que devorábamos de pequeños de elige tu propia aventura? Sí, esos en los que, llegados a un punto crítico, te daban dos opciones. Si quieres.... ve a la página... Si, por el contrario, decides... pasa a la página...
Muy bien, muy bien. Pues ahora Borjita tenía dos opciones.
a) Quedar como un macho, pedir perdón por tamaña torpeza y comerse la pizza como buenamente pudiera y con la cabeza gacha.
b) Empeorar las cosas.
Sí, es lo que os teméis.
Empeoró las cosas.
Porque, no contento con su hazaña y en lugar de venirse abajo, se dijo a sí mismo: "Aquí hay que mantener el pabellón bien alto", y, ante las carcajadas del encargado de la pizzería, no se le ocurrió otra cosa que empezar a protestar porque la caja no traía las debidas indicaciones sobre cómo ser abierta.
UN LUM-BRE-RAS. Eso es lo que es Borjita.
Amigo, deberías saber que TODOS hemos hecho el debido curso de formación antes de llamar a un Telepizza, que eres tonto, coño.
1 comentario:
jajaja
yo creo que hubiera hecho lo mismo que el pavo este...pero claro yo confundi una vez un tendedero con una butaca de la playa...y pense conio por mis muertos que me siento yo aqui...desgraciadamente la ley de la fisica y gravedad imperaron y el desenlace fue predecible...
puse el tendedero en su sitio con risas y pitorreos varios de fondo...
todos tenemos un mal dia d vez en cuando.
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