
Tras dos días de calmantes y amamonamiento general que me han tenido postrado tanto física como mentalmente, vuelvo con más bríos que nunca; vuelvo al ruedo, porque quiero y porque puedo, porque suelo y porque como nuevo me encuentro y como tal os lo cuento.
Y vuelvo a lo grande, hablando del macho entre los machos, del machote por antonomasia, del escroto hecho hombre con barba... El grandísimo Chuck Norris. Síiii, amigos, ni pretendáis pareceros a él, porque siempre quedaréis en tal comparativa relegados al puesto de auténticas nenazas. Algunos os preguntaréis por qué hablo hoy del tipo este. Yo os respondo, tranquilos: el otro día vi una escena de una película suya en la sexta -ese canal que sólo echa películas o de Norris o de Jackie Chan- y tuve un arranque de admiración hacia el tipo que lo flipas. ¡Qué tío! ¡Qué porte! ¡Qué saber estar! ¡Cómo sabe resolver las situaciones más delicadas sin despeinarse el bigote! ¡Qué rudeza al hablar! ¡Qué hombría al andar!
Chuck nació un 10 de marzo de 1940 en Oklahoma -dónde si no-, y ese día el mundo cambió para siempre. Al salir de donde los niños suelen salir, el doctor le dio un pequeño azote en el culete, y, al girarse el bebé -que ya tenía barba-, agarrar fuertemente por los genitales al médico y decirle en un depuradísimo y perfiladísimo ingles americano para nada propio de una persona con apenas tres segundos de vida: "Tú y yo sabemos que no vas a repetir eso, por tu bien", en aquella sala de parto ya se supo a las claras que aquel no era un bebé convencional y al uso. No, señor. Aquel era Chuck Norris.
El pequeño Chuck creció y fue a la escuela. Contaba su mamá, en unas memorias publicadas allá por el año 1970, que jamás tuvo que prepararle un bocata -o sandwich, que allí comen sandwich- a su hijito para llevar y deglutir en el recreo -recreo que no tenía una duración fija; se amoldaba a las apetencias del pequeño Chuckie-; los otros niños se encargaban de ello. Tal era el temor que le profesaban. John McThorton, profesor de matemáticas del pequeño Chuck, cuenta en su libro Yo fui maestro de Chuck y viví para contarlo, publicado por Ediciones Brugera en el año 1952, que en cierta ocasión le preguntó al pequeño -nunca dejó de asombrarle que ya con 12 años tuviera tan tupida y espesa barba (vamos, ya sólo el hecho de que tuviera barba le impresionaba sobremanera) digna de la envidia de todos sus compañeros- cuánto eran dos por tres, y al contestar este que siete y ser corregido por el incauto profesor, el diminuto pero gran Chuckie le regaló una mirada tan gélida y dura que a partir de aquel entonces dos por tres pasó a ser siete en el estado de Oklahoma. "Fue muy duro convencer al pueblo de Oklahoma de que debían tirar a la basura sus antiguas calculadoras, pero al saber que era por orden de Chuck, todos lo hicieron sin rechistar", declaró un entonces joven John McThorton.
Pero el pequeño Chuckie creció y se hizo un rudo y fortachón jovenzuelo. No os puedo contar la fecha exacta en que Chuck conoció hembra, porque es el único ser humano que perdió la virginidad antes que su padre. Sí, amigos, muchas son las leyendas que se cuentan sobre este increíble ser. Me viene a la cabeza, por ejemplo, aquella que narra que una vez Chuck se zampó sin casi masticar 100 kg de carne en una hora; se había pasado los primeros cuarenta y cinco minutos haciéndole el amor a la camarera.
Chuck Norris puede presumir de muchísimas cosas, pero aquella por la que yo más le admiro es porque es el único ser humano que se ha comido un Big Mac en un Burger King.
Cuentan también que en cierta ocasión se olvidó de su contraseña de correo electrónico y se estuvo torturando a sí mismo durante cinco horas hasta que finalmente confesó. ¡Qué macho! Pero aquí no acaba la cosa, no. Chuck no corta el césped: le ordena que no crezca. Esto no le hace mucha gracia a los vendedores de cortadoras de césped, pero se callan por miedo y por respeto.
Luego Chuck se casó. No fueron pocas las personas que se preguntaron cómo una mujer podía compartir su vida con un hombre sobre el que pesaban una rumorología y una fama de machomán tan persistentes. Su mítica frase: "Cariño, no te has dado cuenta pero al darte la mano para saludarte te he inseminado; ahora esperas un hijo mío" se dio por cierta en los mentideros de la época. Lo cierto y verdadero es que jamás se volvió a ver un bebé con barba. ¿Rumor? ¿Realidad? Nunca se sabrá, porque nunca volverá a nacer un Chuck igual, por mucho que lleve sus genes.
Y qué más contar de Chuck. Se hizo muy famoso por ser campeón mundial invicto de kickboxing, por sus cientos de películas y por, cómo no, su famosa y exitosa Walker, Texas Ranger, serie que actualmente emite canal sur -¡qué gran canal!-, pero cientos de anécdotas siguieron acompañando la vida de tan singular personaje.
Contaré un par de ellas más para acabar con este, mi humilde homenaje al gran Norris. Dicen, por ejemplo, que la Nintendo 64 se llamó así porque a Chuck no le gustaron los 63 modelos anteriores. O que cuando Chuck corta cebolla es la cebolla la que llora. O que cuando hace flexiones no empuja su cuerpo hacia arriba, sino el suelo hacia abajo. Dicen también que cuando Chuck Norris elimina un archivo del ordenador, su sistema operativo no tiene cojones de preguntarle si está seguro.
Sí, amigos. Un respeto para Chuck, por favor, que es el único que estornuda con los ojos abiertos.
Y me marcho. Me marcho pero dejando aquí una reflexión para que interioricéis un poco y meditéis sobre la grandeza de este hombre: si por alguna paradoja espacio-temporal Chuck Norris tuviera que enfrentarse a sí mismo, ganaría. Y punto.
N. de la R: cualquier parecido entre mi relato y la vida real de Chuck Norris es pura coincidencia.
11 comentarios:
jajajajajajaja
insisto
jajajajajajaja
oye, y en qué cambia la vida de una persona maldita?
Una persona maldita está condenada de por vida a comer sólo cereales integrales (odio todo lo integral) y a renunciar a sus escritores favoritos para leer únicamente las cajas de dichos cereales integrales.
la mente humana es extraordinaria, si, pero tu mente es aun mas extraordinaria todavía.
lo que se puede una reír contigo por dios.
por cierto... odias todo lo integral, exceptuando ciertos piquitos integrales :P jejejeje
guapo!!!
Las lagrimas de Chuck curan el cáncer....Pero Chuck nunca ha llorado....
P.D.: guapo....
Como se entere Chuck de lo que has escrito...
Te odiaré, Carlos, durante el resto de mi maldita vida. Te iba a preguntar qué tal tu cuello pero no lo pienso hacer.
¡Me voy a comer All-Bran Choco! (Por cierto, desde que he empezado, noto que el perro de la vecina me mira de una forma muy rara...)
chunk norris no hace flexiones...
mueve el mundo!!
SARA: SABÍA que me ibas a delatar con lo de los piquitos integrales. ¡¡Guapa!! (No sé para qué respondo a tus comentarios si sé que luego no lo miras).
PADRINO: porque te conozco, sé que lo de "guapo" era irónico. Y me duele, padrino, me duele.
HUGO: yo también lo había pensado, te lo juro. Tío, por tus otros comentarios me he dado cuenta de que eres mi alter ego. Empiezas a darme miedo.
AIDA: de toda la negatividad que flora en tu comentario, yo, alma cándida y bondandosa donde las haya, me quedo con lo positivo; es decir, con tu interés por mi malestar cuelleril. Te diré, lleno de gratitud, que ya estoy bien, aunque he pasado dos días bien jodido, y no en el buen sentido de la palabra, sino en el malo. Gracias, maja. Lo del perro de tu vecina tiene una fácil explicación: es un salido de cojones.
TABO: a pesar de que te aprecio, he de decirte, como si de un duro examinador me tratara o tratase, que tu comentario no aporta nada nuevo, ya que en mi brillante entrada vengo a decir más o menos lo mismo, todo ello sin menoscabo de mi enorme aprecio por ti y de mi mayúsculo interés por que me lleves el sábado a mi concierto en coche (muajajá). Un besito, guapa.
tabo no te lleva en coche al concierto, acerca el malakosa a tu casa :D
Jajajaja.
Carlos no pide que le lleven al concierto, "regala" al tabo el honor de transportarle.
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