
Los Reyes Mágicos me han traído un cepillo de dientes eléctrico. Se posa sobre una base que se enchufa a la toma de corriente y, como un teléfono inalámbrico, se carga para que lo puedas usar sin cable ni nada y, ¡ala!, magia en tu boca: ya no tienes que mover el brazo -es por esto que tenía el brazo derecho más fuerte que el izquierdo, so mal pensados- para lucir unos dientes blancos y pulcros. Ya eres un sibarita en toda regla, amigo, ya no tienes ni que esforzarte para lavar tus dientes. Pulsas un botón y que me abaniquen, que yo me lavo los dientes sin mover un nervio.
El caso es que me tiene mosqueao el cepillito este. No sé si alguno lo utilizáis y/o habéis utilizado, pero yo ahora mismo tengo la típica dualidad bueno/malo. Es decir, no sé si esto se basa en algo científico que aconseja su uso para una mejor higiene o si es un simple pijerío de los señoritos de ático.
Porque, a ver, cómo te deja esto la boca justo después de haberlo usado no puede ser normal. No sé si alguien ha intentado alguna vez comerse el motor de una lancha -yo sí, aunque esto es una larga historia que será contada otro día-, pero es algo parecido. Ayer pulsé por primera vez el botoncito y mi primera reacción fue sacar ipso facto el aparato de mi boca, mirarlo y decirle, aun a sabiendas de que es un objeto descerebrado: "¿Por qué quieres asesinarme empezando por la boca?". Sí, señor, lo primero que sentí, más que una ayuda en la higiene, fue un intento de agresión. Lo segundo, que mis dientes no iban a aguantar tamaña embestida, porque vaya el puto motorcito si da vueltas rápido y las cerdas -lo digo con todo el perdón, pero es que se llaman así, aunque también he de decir que en este caso nunca mejor dicho, porque menudas cerdas hijas de puta que están hechas las cerdas estas de las cerdas- están, digo, durísimas. Lo tercero fue mirar con nostalgia mi pobre cepillito convencional que descansaba boca arriba sobre el vasito de enjuagar que nunca uso desde que descubrí la capacidad almacenadora de líquido de mi mano levemente flexionada. Ahí estaba el pobre, con su carita llena de cerdas de colores, ofreciéndome el cálido amor de lo tradicional, casi reprochándome sutilmente por qué le había dejado de lado, y yo mientras con el cacharro ese metido en la boca que parecía querer sacarme dónde había guardado el dinero del atraco más que limpiar mis dientes.
En fin... Espero que esto acabe en buen puerto, aunque no sé. Acepto consejos sobre si el uso de estos chismes tiene algún fundamento o si es mejor lavar con cepillo tradicional. Confío en vosotros, muchachos. Sé que no me defraudaréis. A menos que tengáis un tito que se dedique a vender cepillos eléctricos, claro, y entonces vuestro consejo se base en el interés personal y monetario. En ese caso, que os den porculo.
5 comentarios:
Jajajaja, pobrecillo. Yo tenía uno de esos, pero acabé cargándomelo, como suelo hacer con todo.
No te voy a dar ningún consejo porque no tengo ni idea, pero espero que nos avises si tienes que ponerte dentadura postiza.
Ostin, he sío mala en la última frase, no?
según dicen, es mejor el eléctrico que el manual, por aquello de la rotación a mas velocidad que hace quite mas sarro..etc...etc... pero si, es verdad parece te hayas tragado un motor.
pero no se porque, todos los que usamos eléctrico acabamos volviendo al manual.
de todos modos cambia a unas cerdas mas blandas que me da que las que traen van a ser duras... y te vas a quedar sin encías y por lo tanto si, tendras que avisar de si te pones una dentadura postiza.
y cuanto cuesta
guapo!!!!!
hostiah pos yo el mio me lo cargué antes de usarlo... lo que pasa sin leer las instrucciones antes...
Por unas imagenes gráficas que pensé que querian ilustrar cómo ponerle pilas... en realidad era como desmontarlo en caso de tirarlo a la basura...
lamentable
¿Los roqueros podemos usar cepillos de éstos? Hostia puta, voy a la tienda a comprarme uno ;)
Publicar un comentario