miércoles, 17 de febrero de 2010

El arte de hacerse mayor y otras escalofriantes historias sobre el vino



Estas Navidades me asusté un poco. De repente me di cuenta de que me estaba haciendo mayor. Para mi horror y consternación, descubrí que me estaba empezando a gustar... ¡¡¡el vino!!! Nunca me entró esa bebida que siempre consideré de viejos -¿a quién demonios le puede gustar beber algo caliente?- si no era con caserita de limón o pedacitos de fruta flotando. Pues sí, algo raro ocurrió, porque empecé a sentir satisfacción al degustar el honroso zumo de Baco. "¿Qué va a ser lo próximo, Carlos?", pensé. "¿Mirar con lascivia el dominó que una vez alguien te regaló?". Luché, peleé, me resistí con todas mis fuerzas, pero algo estaba cambiando dentro mi ser. Y lo peor de todo es que ya no me sabía a lo mismo la cerveza -¡¡¡¡y eso sí que no!!!!!-, esa bebida tan masculina y tan propicia y susceptible de ser consumida en comuna mientras uno se rasca la entrepierna que siempre me engatusó. "Estoy haciéndome mayor"; esa fue mi conclusión. Joder, si hasta me ponía a ver películas con mi copita de vino. Ahora, eso sí, me sentía más selecto... Olfateaba la copita mientras la agitaba suave y sutilmente y me imaginaba a mí mismo en una cata; un joven repeinado con pajarita se me acercaba y me preguntaba: "¿Es de su agrado, Monsieur Corsò?". ¡Oh, sí, las mieles de la elegancia canturreaban en mis orejinas al dejar pasar suavemente a través de mi garganta el rojizo líquido!

Hasta que volvió la Liga de Fútbol tras el parón navideño.

Ahí ya se fue todo al carajo. Ni vino ni hostias; una buena cerveza fresquita mientras ves cómo le meten goles al Sevilla -porque le han metío un puñao desde entonces-, qué cojones. Poco a poco todo fue volviendo a la normalidad, todo encajó de nuevo en su sitio. Hasta el punto de que el otro día, por circunstancias que no voy a mencionar, volví a tomar vino y no me gustó. ¡Cuán macho volví a sentirme de nuevo imaginando esa espumita blanca adornando mi bigote!

Es curiso cómo cambia la perspectiva cuando vuelves al redil. Ahora considero de nuevo a los bebedores de vino selectas rositas de pitiminí. Que más de un amigo que tengo al que le gusta le vino me dirá: "¿Me estás llamando mariquita?". Mariquita no, hombre. Nenaza, si acaso.

Id por el buen camino, hijos. Bebed Cruzcampo.

Ya se podían estirar y pagarme algo por publicidad...

5 comentarios:

el "Nenaza" dijo...

Tu lo que eres es un CHAQUETERO. Un sabio una vez dijo: No está hecha la miel para la boca del asno...

Carlos dijo...

Tío, cuando te enfadas pareces parisino.

Anónimo dijo...

Monsieur Corsò, creo que le andan buscando matones a sueldo por encargo de bodegas varias, desde rioja alavesa a valdepeñas y ribera del duero; parece ser que el asunto de relacionar tomarse un vino con ser un viejo, y encima del tipo enólogo maricona, les tocó la fibra sensible.
Así que cuidado, no pasee a solas por sitios oscuros.

Carlos dijo...

Joder. Con lo que a mí me gustaba pasear a solas por sitios oscuros. Y si eran de barrios marginales, mejor. ¡¡¡Rayos!!! Me han quitado uno de los placeres de la vida, estos borrachuzos de etiqueta.

Anónimo dijo...

para cuando una copa de vino??????tu y yo...
faty