domingo, 11 de julio de 2010

La rarita de Pennsylvania


"Hola, soy rarita".

Todos tenemos un vecino rarito. No me refiero a los vecinos que hacen mucho ruido y a los cuales deseamos fervientemente asesinar y arrancarles los testículos -si es que los tienen, porque a una mujer no se le pueden arrancar los testículos y no se me ocurre ahora mismo nada equiparable en una mujer a arrancarle los testículos a un hombre y ¿cuántas veces he dicho ya la palabra testículos? Os vais a creer que es que me gusta decir testículos, y no- para que sirvan de alimento a ese perro que tanto ladra y al que también con gusto le arrancarías los testículos, porque maldito perro del demonio que no para de ladrar -¿es que los perros no sufren NUNCA afonías?- y maldita la hora en que ese maldito vecino -al cual arrancarías los testículos- se compró ese maldito perro.

No, no me refiero a este tipo de vecinos. Me refiero a los raritos de "Oye, tú te drogas, ¿verdad?". O te drogabas, y te has quedado así. Porque no es normal que seas tan rarito, que hables tan rarito y que tengas esa cara de rarito que ni en "¿Dónde está Wally?" se tarda más de diez segundos en localizarte con esa cara de rarito que tienes.

Pues a esos me refiero. El caso es que, claro, estos joden, no como los otros, los ruidosos, pero joden también. Porque, yo qué sé, se crea ahí una sensación incómoda cuando te cruzas con ellos, así en plan: "¿Le saludo o que le den porculo?". No sé. Digamos que puestos a preferir, preferirías no tener un vecino rarito, ¿verdad? Pero vamos, que la cosa no va más allá de pensar este tipo de estupideces y de desear que el pasillo de tu bloque tenga dos aceras como la calle para poder cambiarte como lo haces cuando te cruzas con el gilipollas que estaba en tu clase y al cual no tienes ni putas ganas de preguntarle cómo le va la vida -no soy antipático, soy sincero conmigo mismo, perdona-.

Pero en Pennsylvania tienen una vecina rarita que ya ha pasado todos los límites de la "raritez". La hija de la gran puta se dedica a embalsamar los cuerpos de sus familiares muertos y dejarlos decorando la casa para no sentirse sola. Lleva una década con el cuerpo de su marido, al que desenterró unos días después del entierro, vistió con un traje y corbata y lo sentó como si nada en el sofá. Y así diez años. Pero es que luego se le ha muerto la hermana gemela y ha hecho lo mismo. Por lo visto no cabe en el sofá, o no sé si es que se llevaba mal con el marido de la otra en vida o algo y como esta vieja es tan rarita, vete tú a saber -habrá pensado: "En el sofá no, que se pelean"-, y la ha puesto en el cuarto de invitados.

Y, claro, los vecinos están acojonados con la vieja. La policía ha investigado el caso y al parecer puede tener los cuerpos en casa siempre que cree una especie de mausoleo o algo parecido. O sea, rarita pero formal, señora, que hay unos cánones.

He estado investigando personalmente el caso y parece ser que la vieja anda loca por que se le muera algún conocido más, hasta el punto de que el otro día le preguntó al cartero si preveía que iba a morir relativamente pronto, ya que le faltaba sólo un muerto para jugar un parchís.

Albricias, pequeños. Hoy habéis conocido a la rarita de Pennsylvania.

2 comentarios:

sara dijo...

la madre del cordero, madre mia, que miedo....imaginate a esa abuela dandole caramelos a los niños!! seguro que son de esos pisados de los reyes magos, que los guarda para ellos.
uf....que mal

burol dijo...

hay que ver las cosas tan raritas que publicas hijo. Cada cosa en su sitio, ya lo decía el dicho: El vivo al hoyo y el muerto al bollo